1. Pasaje bíblico Juan 16:7-15

2. Versículo para memorizar
Juan 16:13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.

3. Textos relacionados Hechos 2:1-4 Juan 14:16

4. Objetivos

a. Que sepamos que nuestro Señor Jesucristo, que resucitó y ascendió al cielo, sigue vivo y continúa su obra entre nosotros mediante el Espíritu Santo.

b. Que nunca nos convirtamos en creyentes que estorben o resistan la obra del Espíritu Santo.

PREGUNTAS INTRODUCTORIAS

• Según las Escrituras, ¿qué beneficio obtendrían los discípulos con la partida de Jesucristo al cielo? (Juan 16:7) • ¿Qué obra realiza el Espíritu Santo? (Juan 16:8)

• ¿De qué nos habla el Espíritu Santo? (Juan 16:13)

EL MENSAJE PARA HOY
Antes de ascender al cielo, Jesucristo nos hizo una grandiosa promesa: Por lo tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Mateo 28:18-20 En otra oportunidad también dijo: Porque donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. ¿Cómo puede Jesucristo, que ascendió con un cuerpo resucitado, estar todavía con nosotros hasta el fin del mundo? Esta lección se ocupará de ver cómo Jesucristo puede estar con nosotros y de cómo su actual ministerio puede continuar a través del Espíritu Santo. El otro Consolador prometido por Jesucristo Jesús dijo en Juan 14:16: Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre.

Jesucristo, como el primer Consolador, vino a la humanidad en carne humana y dio ayuda a muchas personas de ese tiempo; los que sufrían espiritual, mental y físicamente. La ayuda que Él daba era completa e incluía también la salvación. Cuando este primer Consolador, Jesucristo, subió al cielo, sus seguidores fueron presa de gran consternación, pero Él dijo a sus aturdidos discípulos que no los dejaría huérfanos, sino que les enviaría otro Consolador. Aquí, la palabra “otro” es allos en griego y se utiliza para indicar “otro de la misma clase”. Por ejemplo, cuando dos productos de la misma clase salen de una fábrica, cada uno de ellos puede ser llamado “allos” o “dos de la misma clase”. Jesucristo, el primer Consolador, y el Espíritu Santo (el otro Consolador), no son diferentes entre sí. Son dos de la misma clase.

Después que Jesús ascendió, el Espíritu Santo, como el otro Consolador, descendió para continuar el ministerio de Jesucristo. La obra del Espíritu Santo es la obra de Jesucristo y la presencia del Espíritu Santo es la presencia de Cristo. De igual manera, así como el cuerpo resucitado de Jesucristo está a la diestra del trono de Dios, otro Consolador como Él, el Espíritu Santo, está entre nosotros y sigue haciendo la misma obra iniciada por Jesucristo.

La venida del Espíritu Santo fue como la venida del mismo Jesucristo a nosotros, y por eso no quedamos huérfanos. El ministerio del Espíritu Santo “El otro Consolador” que el Señor nos envió hace exactamente el mismo trabajo que hizo Jesucristo. El Espíritu Santo nos convence de pecado, sana a los enfermos, echa fuera demonios, cambia la muerte en vida y la desesperación en gozo y esperanza. El Espíritu Santo que descendió en el aposento alto de la casa de Marcos el día de Pentecostés, nos abraza ahora lo mismo que el aire abraza la tierra y las aguas. El Espíritu Santo está obrando a nuestro lado todo el tiempo.

Él, que está con nosotros, evita que la marea del pecado nos absorba. Él nos libra de la opresión satánica, reprende el pecado no confesado en nuestra vida, nos muestra nuestra necesidad de actuar con justicia y de hacer el bien, y juzga al pecado. Es así como el Espíritu Santo nos guía al arrepentimiento y a creer en Jesucristo. El Espíritu Santo no tolera el pecado, sino que lo reprende y nos convence de pecado.

Cuando vinimos a Jesucristo y nos arrepentimos de nuestros pecados, fue el Espíritu Santo quien nos condujo a Él, y ahora está con nosotros recordándonos los beneficios de la sangre de Jesucristo, para evitar que pequemos cuando somos tentados y para que continuemos siendo lavados por esa sangre cada vez que sea necesario. El Espíritu Santo nos guía cada día porque hemos creído en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.

Asimismo, cuando oramos con sinceridad, el Espíritu Santo nos da poder: poder para orar, poder para ganar almas, poder para creer, y poder para vivir en victoria cada día. El Espíritu Santo está con nosotros, en nosotros, sobre nosotros y alrededor de nosotros, y nos acompañará por toda la eternidad. Él nos permite experimentar todo lo que Jesucristo adquirió para nosotros, para que lo disfrutemos por toda la eternidad.

Actitudes que estorban la obra del Espíritu Santo Jesucristo sigue actuando hoy a través del Espíritu Santo. No obstante, si hay actitudes negativas en nuestro corazón, ellas le impedirán actuar. ¿Cuáles son esas actitudes que obstaculizan la actividad del Espíritu Santo? En primer lugar, el odio en el corazón impide la obra del Espíritu Santo. Un corazón lleno de odio es una obra satánica. Si le hemos permitido a Satanás entrar en nuestro corazón, a través de pensamientos y actitudes de rencor, debemos expulsar ese odio en el nombre de Jesucristo.

En vez de odiar a alguien que nos haya causado un daño, debemos bendecir a nuestros enemigos, como Jesucristo nos manda, y el Espíritu Santo obrará en nosotros. El segundo estorbo a la obra del Espíritu Santo es un corazón lleno de temor. Los que son víctimas de la inseguridad y del temor no pueden creer en Jesucristo. No pueden orar a Él ni tampoco disfrutar de la gracia y las bendiciones de nuestro Padre celestial.

De modo que, cuando la inseguridad y el temor traten de invadir nuestro corazón, debemos expulsarlos en el nombre de Jesucristo. Debemos confiar en que el Espíritu Santo nos dará el amor y la fe de nuestro Señor Jesucristo que ocuparán nuestro corazón, y también que este amor y esta fe fluirán siempre en nosotros. El tercer estorbo para la obra del Espíritu Santo es el complejo de inferioridad. Los que dejan que este estorbo les gobierne el corazón se darán cuenta de que el Espíritu Santo no podrá actuar en ellos. Dios nos compró con la preciosa sangre de Jesucristo. Por lo tanto, somos hijos de Dios, y hemos venido a ser real sacerdocio.

De la misma manera, hemos sido declarados tan justos como para recibir sus bendiciones. Debemos hacer hincapié en esto, en vez de concentrarnos en pensamientos de inferioridad. Al orar debemos echar fuera cualquier complejo de inferioridad en el nombre de Jesucristo, para que el Espíritu Santo pueda actuar en nosotros y podamos disfrutar así de las bendiciones del Señor.

El cuarto estorbo a la obra del Espíritu Santo es el sentimiento de culpa. Si dejamos que ese sentimiento gobierne nuestro corazón, nuestra fe en Jesucristo y en la obra del Espíritu Santo se verán frenadas. Debemos, por lo tanto, arrepentirnos de nuestros pecados y confesarlos a Jesucristo, recibir su perdón, perdonarnos a nosotros mismos y luego expulsar el complejo de culpa. Nos guía al arrepentimiento y a creer en Jesucristo.

El Espíritu Santo no tolera el pecado, sino que lo reprende y nos convence de pecado. Cuando vinimos a Jesucristo y nos arrepentimos de nuestros pecados, fue el Espíritu Santo quien nos condujo a Él, y ahora está con nosotros recordándonos los beneficios de la sangre de Jesucristo, para evitar que pequemos cuando somos tentados y para que continuemos siendo lavados por esa sangre cada vez que sea necesario. El Espíritu Santo nos guía cada día porque hemos creído en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador.

Asimismo, cuando oramos con sinceridad, el Espíritu Santo nos da poder: poder para orar, poder para ganar almas, poder para creer, y poder para vivir en victoria cada día. El Espíritu Santo está con nosotros, en nosotros, sobre nosotros y alrededor de nosotros, y nos acompañará por toda la eternidad. Él nos permite experimentar todo lo que Jesucristo adquirió para nosotros, para que lo disfrutemos por toda la eternidad.

Actitudes que estorban la obra del Espíritu Santo Jesucristo sigue actuando hoy a través del Espíritu Santo. No obstante, si hay actitudes negativas en nuestro corazón, ellas le impedirán actuar. ¿Cuáles son esas actitudes que obstaculizan la actividad del Espíritu Santo? En primer lugar, el odio en el corazón impide la obra del Espíritu Santo. Un corazón lleno de odio es una obra satánica. Si le hemos permitido a Satanás entrar en nuestro corazón, a través de pensamientos y actitudes de rencor, debemos expulsar ese odio en el nombre de Jesucristo. En vez de odiar a alguien que nos haya causado un daño, debemos bendecir a nuestros enemigos, como Jesucristo nos manda, y el Espíritu Santo obrará en nosotros.

El segundo estorbo a la obra del Espíritu Santo es un corazón lleno de temor. Los que son víctimas de la inseguridad y del temor no pueden creer en Jesucristo. No pueden orar a Él ni tampoco disfrutar de la gracia y las bendiciones de nuestro Padre celestial. De modo que, cuando la inseguridad y el temor traten de invadir nuestro corazón, debemos expulsarlos en el nombre de Jesucristo. Debemos confiar en que el Espíritu Santo nos dará el amor y la fe de nuestro Señor Jesucristo que ocuparán nuestro corazón, y también que este amor y esta fe fluirán siempre en nosotros.

El tercer estorbo para la obra del Espíritu Santo es el complejo de inferioridad. Los que dejan que este estorbo les gobierne el corazón se darán cuenta de que el Espíritu Santo no podrá actuar en ellos. Dios nos compró con la preciosa sangre de Jesucristo. Por lo tanto, somos hijos de Dios, y hemos venido a ser real sacerdocio. De la misma manera, hemos sido declarados tan justos como para recibir sus bendiciones. Debemos hacer hincapié en esto, en vez de concentrarnos en pensamientos de inferioridad. Al orar debemos echar fuera cualquier complejo de inferioridad en el nombre de Jesucristo, para que el Espíritu Santo pueda actuar en nosotros y podamos disfrutar así de las bendiciones del Señor.

El cuarto estorbo a la obra del Espíritu Santo es el sentimiento de culpa. Si dejamos que ese sentimiento gobierne nuestro corazón, nuestra fe en Jesucristo y en la obra del Espíritu Santo se verán frenadas. Debemos, por lo tanto, arrepentirnos de nuestros pecados y confesarlos a Jesucristo, recibir su perdón, perdonarnos a nosotros mismos y luego expulsar el complejo de culpa.

Debemos escudriñar nuestro corazón y desechar todo odio, temor, complejo de inferioridad o complejo de culpa. Si lo hacemos, el Espíritu Santo nos cubrirá como las olas del mar e invadirá nuestro corazón. En Jesucristo poseemos una nueva esperanza, una nueva fe y un nuevo amor. ¡En Él podemos ser vencedores! ¡En Él podemos experimentar milagros! Somos hijos bienaventurados de Dios porque Jesucristo murió en la cruz y resucitó para que pudiéramos ser perdonados, sanados y librados de la muerte. El Espíritu Santo está con nosotros ahora mismo para impartirnos todo lo que el Señor Jesucristo logró para nosotros con su muerte. El Espíritu Santo quiere ayudarnos a echar fuera todos los estorbos que nos impiden disfrutar de la plenitud de la gracia y de las bendiciones de Dios.

PREGUNTAS FINALES

• ¿Qué prometió Jesucristo que no haría? (Juan 14:18)

• Según Romanos 8:26, el otro Consolador, el Espíritu Santo, ¿en qué aspecto específico nos ayuda?

• ¿Qué ley nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte? (Romanos 8:2)

APLICACIÓN

Demos cada día la bienvenida al Espíritu Santo. Confesémoslo, confiemos en Él, amémoslo, y experimentaremos todo lo que Él desea hacer por nosotros.

Oremos todos juntos cuando alguno de nuestro grupo de estudio bíblico u otros hermanos cristianos estén enfrentando problemas, y pidamos que la obra del Espíritu Santo se manifieste con claridad en la situación.

Lección escrita por Cho, Pastor David Yonggi. Guía para el estudio en grupo (Spanish Edition) . Vida. Kindle Edition.